Se acabó. Todo se acabó. Sin
explicaciones, sin ningún por qué. Y hoy me pregunto, ¿será por mi culpa? Nos
pasamos, lo se. Comimos del fruto prohibido y ahora somos adictos. Ese fruto que
nos tentaba desde hacía demasiado tiempo. Cometimos un error, y ahora lo
pagamos. Ambos. El tiempo dirá si fue para bien o para mal, aunque ahora el
mundo se desmorone, aunque todo se vuelva oscuro. Porque lo nuestro era un
quiero y no puedo, un quiero que pudo ser y no fue. Un quiero del que siempre
nos quedarán dudas. ¿Cómo hubiera sido? ¿Hubiéramos sido felices? ¿Se hubiera
acabado la amistad que nos unía?
Pero ahora no se debe pensar en el
pasado. Hay que pensar en el futuro. Un futuro cercano en el que tus dedos
recorrerán cada centímetro de mi piel. Un futuro en el que tus labios poseerán
los míos, en el que los dos seremos uno. Como hubiese sido. Como siempre ha
sido. Porque lo nuestro siempre ha sido más que amistad. Ambos lo sabíamos. En
el fondo, lo sabíamos.
Si el destino está de nuestro lado,
pronto todo lo que hubo de ser, será.
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